9 de octubre de 2012

El error de mi vida se llama M.

Hoy me apetece desahogarme. Tengo algo de tiempo antes de ir a clase, y voy a soltarlo. Te voy a dejar ir, para que no vuelvas más.

Tengo 20 años. Descubrí el amor, o el roce de la piel con otra piel, con 15 años. Con G. Fuimos felices en la distancia, y al igual que felices fuimos infieles. Fingimos que no importaba, que no pasaba nada, que estábamos en otro punto en el que la infidelidad no era considerada grave, todo por la distancia. Los kilómetros lo excusan todo.

Llegó el día en que el camino que debíamos hacer para vernos se redujo a metros, un par de calles. Vernos a diario. Y eso nos mató lentamente. Yo, que tan comprensiva soy, soy más celosa aún. Y tu, que eres muy maduro, también eres algo gilipollas. Nunca debiste decirme todas las cosas que habías hecho, todas las chicas que habían puesto su boca en tu cuerpo, sus piernas alrededor de tu espalda.

Y yo, que tan celosa soy, soy más rencorosa aún. No podía dejar de echarte esas infidelidades, que ahora si importaban, en cara. Y te cansaste de mis palabras. Y te cansaste de mi. Y de mis besos. Y te fuiste.

Entonce M intentó recoger los pedazos que quedaban de mi, y quiso formar una nueva Jess. Una Jess a su medida, a su imagen y semejanza. Jugó a ser Dios. Y yo, que tan renconrosa soy, soy más rebelde aún. Y sí, fui cruel, usé a M para olvidar a G, seguí su juego. Pero tengo que reconocer que me canso rápido de los juegos, y empecé a odiar a M.

Le odiaba con todas mis fuerzas, por querer cambiarme, por agobiarme, porque no hacía nada con su vida. Yo necesito a un hombre a mi lado, no a un nini. Y eso era él, no estudiaba, no trabajaba. Se permitía catalogar mi carrera como fácil, me desprestigiaba e intentaba hundir mi autoestima. Y más de una vez lo consiguió. Me daba pena, siempre estaba enfermo. Tuvo cáncer. Y yo, que soy rebelde, no tengo la capacidad de decir NO a una persona que sufre. Más tarde me dí cuenta de que M obviamente se aprovechaba de su situación. Pero me dí cuenta tarde, después de tatuarme su nombre.

Y lo hice porque me lo suplicó. Necesitaba una prueba de que le quería, de que su vida tenía sentido, que alguien le necesitaba. Y yo, todo compasión, pensé que un tatuaje no era para tanto, que otro podría taparlo.

Y pasaron los días, y yo no le quería. Nunca llegué a hacerlo. Follar con él era un suplicio, cerraba los ojos y esperaba que terminara pronto, pensaba en mis noches calientes con G, y lloraba. Más de una vez pensé que era más fácil que M se muriera, ya que no podía dejarle porque me chantajeaba.

Sé que suena duro, despiadado, que parezco una zorra... pero hay que vivirlo. Lo sosportaba mejor gracias a G, que nunca salió del todo de mi vida. Nos veíamos a veces, y una corriente iba desde mi nuca a mi clítoris cuando me tocaba. Me vio el tatuaje, me dijo de todo. Me sentí mal. Hubo una época en la que me sentía así cada día. Y comía, y comía, y comía... sólo para intentar sentirme mejor, como queriendo llenar un vacío. Pero lo único que se llenaba era mi cuerpo de grasa.

No sé como, reuní valor, me volví egoísta, y dejé a M. No lo hice de la forma más elegante, pero me liberé. Y volví con G, después de unas cuantas pruebas de fuego.

Hoy M me ha hablado, y lo primero que he sentido ha sido asco, asco puro al ver la foto que tenía en el whatsapp. Él, y dos pivonazos en bikini abrazándole. No estoy celosa, estoy decepcionada. Todas las mujeres esperamos que nuestro ex nos guarde luto para siempre, que no levante cabeza sin nosotras... Y más con las cosas que él me decía. En ése momento, cuando ví la foto, sólo pude pensar: grandísimo hijo de puta mentiroso, me tuviste 10 meses engañada, cuando te vale cualquiera. Ojalá te rompan el corazón y las piernas hasta que sufras todo lo que yo sufrí cada día de mi vida contigo.

Bueno, creo que esto es todo, a grandes rasgos. La vida sigue para todos, y me ha llegado la hora de ir a clase.

Thinspiration time:











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